jueves, 8 de mayo de 2014

MUTANABBI. EL POETA DE LA GUERRA

No vivas como hasta ahora, sin alabanzas,
y cuando mueras, sin ser llorado, muere


Siglo X, Oriente Medio. El imperio Abbasí comienza a desintegrarse en cada vez más pequeñas cortes. Entre Irak, Siria Y Egipto.
Este es el contexto de este poeta que tanto ensalzó la guerra como compuso decenas de panegíricos a los poderes locales.


Hijo soy de los desiertos, hijo de los versos;
hijo de las sillas de montar y de las cumbres

Una figura que escribió como vivió, siempre en constante cambio, ansioso de la perfección y la gloria, buscando unos ideales que sólo podrían cumplirse en sus propios deseos. Dejaros que se presente por él mismo

 Pues nadie me supera ni me iguala
dejad ya de compararme con esto o con aquello.
Déjame con mi espada, mi caballo y mi lanza.
Una unidad formamos que a la humanidad hace frente:
observar mis hazañas


Zoco de Alepo

Durante su época juvenil (en las distintas cortes de Siria, desde Damasco a Alepo u Homs) compuso numerosos poemas sobre la guerra santa. Recogiendo temas de la tradición preislámica (siempre se le ha considerado el poeta de las tradiciones) habló del valor, el movimiento,el honor, la fuerza, la belleza sublime de la batalla, casi como si fuera un poeta futurista.

En la batalla, la muerte se detuvo frente a ellos
y en la estrechez de aquel lugar los dominó por completo

Más tarde, y como es habitual en una parte de la poesía musulmana, dependiente de las grandes cortes, se dedicó al panegírico del sultán de turno (acaso sus poemas menos logrados) y a la improvisación, una práctica muy habitual en las fiestas de estos ambientes cortesanos.


Compañero soy de la generosidad, señor de las rimas,
ira de los envidiosos, de los enemigos, veneno

Pero ni siquera entonces se llegó a plegar del todo a su condición de sirviente de lujo, y constantemente reprendió a los bebedores de vino (que en aquellas fiestas de la aristocracia eran la gran mayoría).
Y aún más, cuando su estrella se eclipsaba en una corte buscaba otra, despidiéndose con terribles sátiras hacia los sultanes a los que había alabado días antes.
Así lo hizo con el eunuco y antiguo esclavo que llegó a controlar Fustat (Egipto), teniendo que huir hacia Irak y Persia.
Su muerte fue como su propia vida, un puro sobresalto, siendo asesinado por unos bandidos cuando intentaba regresar a tierras sirias.

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